Este tema se ha desarrollado a través de so exposiciones en la que en una nos presentaron la situación general del sistema penitenciario y la intervención del educador social en el mismo, mientras que la segunda se centró en la atención a las drogodependencias en prisión.
Para poder acercarnos al tema es necesario partir de la función que desarrolla la cárcel. De forma general podemos decir que la presión desarrolla las funciones coercitiva, punitiva y reeducación es decir, disuadir a la población para la comisión de delitos, castigar los que los cometan y reeducar a estos para su futura reintegración social. Actualmente según lo establecido por el artículo 25.2 de la Constitución Española “las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social y no podrán consistir en trabajos forzados”. Sin embargo, la realidad de las cárceles es bien distinta ya que nos encontramos con que el 50% de la población reclusa es reincidente, por lo que su función educadora no se efectúa.
Además nos encontramos con una gran masificación, en la que la mayor parte ingresan por temas relacionados con las drogas (80%), pero también problemáticas relacionadas con la inmigración y enfermedad mental. A pesar de ello, destaca la escasez de profesionales que intervengan con este colectivo.
Ante la reclusión de una persona en un centro penitenciario, se producen una serie de consecuencias psicosociales entre las que podemos destacar la normalización e internalización del entorno carcelario, desarrollo de otras conductas desadaptadas y ruptura de las relacionas sociales y familiares. También se producen consecuencias directas sobre la propia salud de la persona ya que se pueden ver afectados aspectos como el autocontrol, la responsabilización o desarrollar ansiedad, que en muchas ocasiones, conduce al consumo de droga.
En la intervención con este colectivo encontramos a Trabajadores Sociales, psicólogos y educadores sociales. Entre las funciones asociadas a éste último encontramos:
- Expedientes personales de las internos
- Trabajo de grupos a través de talleres educativos sobre habilidades sociales, hábitos de higiene, etc
- Socialización terciaria de los reclusos.
Una vez que la persona se encuentra en régimen abierto o en un proceso de reinserción social puede acceder a los Centro de Inserción Social. Con este recurso se pretende facilitar la reinserción social y familiar de los internos. Para ello se llevan programas de educación para la salud, hábitos alimenticios, educación para padres, etc.
Dentro de sistema penitenciario no todas las personas se encuentran en la misma situación. Dependiendo del grado en el que se encuentren, podrán acceder a algunos módulos u otros. Un ejemplo de intervención educativa en este ámbito son los Módulos de Respeto. Se trata de una iniciativa que pretende mejorar la convivencia, las relaciones sociales y la socialización terciaria con este colectivo. En este modulo, una vez que el preso lo solicita y es admitido en, se compromete a seguir una serie de normas como la no violencia, la prohibición de poseer o consumir drogas, así como colaborar de forma activa en las tareas de limpieza y funcionamiento del centro. Ellos deben organizarse y seguir un programa de actividades, funcionales, formativas y de ocio, diarias. Todos los internos tienen asignado un Programa Individualizado de Tratamiento (PIT).
Los internos se organizan en grupos de trabajo y cuando se incumplen las normas se les asigna un ”negativo” ya la vez que se refuerzan las conductas positivas. La conducta del interno tiene una repercusión directa en el grupo por que los trabajos semanales se asignan en función de la evaluación del resto de compañeros.
Se trata de un programa de habilidades y valores positivos que obliga a los internos a ponerlo en práctica, ya que pueden ser expulsados del módulo. Además, la normativa que rige estos espacios juega un papel determinante ya que favorece la creación y consolidación de hábitos y actitudes socialmente admitidos y se aleja de la subcultura carcelaria.
Este tipo de iniciativas sería bueno que se extendiese a todo el sistema penitenciario, ya que sólo permite crear otros espacios en los que los presos puedan desarrollar sus capacidades y habilidades de alguna forma y realmente pueda tener una incidencia educativa su paso por prisión. Sin embargo, este tipo de módulos no son los más numerosos y no todos los que lo solicitan pueden acceder. Generalmente, tienen que encontrarse en 2ºgrado y quedarle poco tiempo de condena, además de comprometerse con las normas estrictas que se establecen en estos módulos.
Como hemos dicho anteriormente, una de las principales problemáticas del entorno carcelaria es tanto el consumo como el tráfico de drogas. En muchas ocasiones existen problemas de drogadicción antes de entrar en prisión, pero también son muchos los que consumen una vez que están dentro como mecanismo de evasión de la realidad. Además, la venta de droga se asocia con cierto poder en la cultura carcelaria, lo que hace que los que venden y los que consumen, tengas estatus diferenciales y en ocasiones se produzcan conflictos (deudas, ajustes de cuentas, coodependencia).
En el caso de las drogas, también encontramos un recurso específico dentro del ámbito carcelario, los Módulos de Terapéuticos. En este caso, se trata de módulo que pretende desvincular a las personas del consumo de drogas y provocar cambios en los hábitos y aptitudes de los internos para que puedan desarrollar otros recursos terapéuticos. Dentro de esta modalidad encontramos dos tipologías
- Unidad Terapéutica y Educativa en el que, dentro de presión se desarrollan grupos terapéuticos de internos que trabajan todas las áreas a través de psicólogos, educadores, trabajadores sociales, maestros, monitores y sanitarios.
- Comunidad Terapéutica, se configura como un programa que acoge a internos drogodependientes en centros especiales en los que se desarrolla un tratamiento integral sobre las drogadicciones a través de actividades psicológicas, sanitarias, educativas, de tiempo libre y de incorporación social.
Un ejemplo de este tipo de recursos es la Comunidad Terapéutica de FADAIS, concretamente, el de Almonte. En el caso de este centro desarrolla tanto, rehabilitación de carácter residencial que ofrece asistencia orientada a la desintoxicación, deshabituación de la conducta adictiva, a la rehabilitación de hábito de comportamiento y al seguimiento de patologías orgánicas asociadas. En las Comunidades Terapéuticas se realizan tratamientos libres de drogas, con sustitutivos - Programa de Tratamiento con Metadona- (PTM), así como actividades socioeducativas orientadas a la Incorporación Social. Este recurso está destinado, tanto a la población en general que sufra adicciones como a aquellas personas del entorno carcelario que puedan y quieran solicitar someterse al tratamiento, ya sea como sustitutivo de la pena de cárcel o para terminar de cumplir la condena. En este sentido me gustaría destacar que este creo que es muy positivo que en este centro puedan confuir tanto personas que proceden del entorno y otras que no, lo que ofrecer un contexto más abierto para todos.
En mi opinión este tema ha sido muy interesante, ya que el colectivo de reclusos no lo hemos trabajado nunca. A pesar de que sí que conocíamos un poquito del funcionamiento gracias a un profesor del año pasado. En esa ocasión pudimos comprobar que el educador social aunque estaba presente como figura reconocida, en la realidad no pueda abarcar la cantidad de trabajo por la masificación de las cárceles. Aun así, y dado que la función de la cárcel es la reeducación y la inserción social, debería aumentarse esta figura profesional dentro del ámbito de prisiones.
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